¿Logro real o falsa promesa? Los verdaderos avances que pueden acabar con el cáncer

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  • Los últimos éxitos de la investigación oncológica apuntan hacia tratamientos dirigidos y, sobre todo, hacia la inmunoterapia: conseguir que nuestro sistema inmune reconozca y ataque los tumores

Un titular que anuncie la curación del cáncer podría ser el sueño de científicos y periodistas, pero no ocurrirá nunca. Y si ocurre, no será verdad por mucho que llevemos décadas esperando algo así. En 1971 el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, firmó la National Cancer Act, una ley que dotaba de un presupuesto extraordinario a lo que llamó “la guerra contra el cáncer”. Parecía el inicio de un plan de investigación científica tan minucioso como el que llevó al ser humano a la Luna, pero ha pasado casi medio siglo y aún queda mucho para anunciar la victoria.

A cambio tenemos decenas de informaciones que recogen ese lenguaje bélico para hablar de avances importantes, pasos decisivos en algunos frentes y estrategias efectivas a largo plazo. Esta misma semana hemos conocido el éxito de un laboratorio español: el Instituto de Oncología del Hospital Universitario Vall d’Hebron de Barcelona ha desarrollado un fármaco que potencia el sistema inmune contra algunos tipos de cáncer, evitando la metástasis, la propagación de las células tumorales. El equipo, liderado por Joan Seoane, ha conseguido que el compuesto que han desarrollado supere el primer ensayo clínico, que garantiza que no tiene efectos secundarios.

Aunque queda mucho por hacer, este trabajo publicado en Nature Communications, evidencia la importancia de un nuevo enfoque en el tratamiento del cáncer: hacer que sea nuestro propio organismo el que luche contra los tumores, igual que lucha contra un resfriado o una infección.

Tradicionalmente, el tratamiento del cáncer se ha basado en tres pilares fundamentales: la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia. Se trata de extirpar el tejido tumoral, tratarlo con fármacos o utilizar radiación para matar las células malignas, respectivamente. Aunque todas estas técnicas no dejan de avanzar, son muy agresivas y tienen notables efectos secundarios. Pero algo ha empezado a cambiar en los últimos años.

Dos nuevos focos de investigación

Ruth Vera García, presidenta de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), explica a Teknautas que se han abierto paso dos nuevos campos de investigación: el refuerzo del sistema inmune –enfoque que utiliza Seoane– y los tratamientos dirigidos.

“Cada vez sabemos más sobre las alteraciones moleculares que tiene una célula tumoral, por qué es resistente y por qué provoca la metástasis”, comenta. Esto ha sido posible gracias al desarrollo de la secuenciación masiva. Todos los tumores son diferentes y conocer exactamente cuáles son las mutaciones que presenta un paciente da paso a lo que se llama medicina personalizada o medicina de precisión.

No obstante, “sabemos mucho de las mutaciones del ADN que son responsables de un cáncer, pero el desarrollo de terapias va con más retraso”, apunta Gema Moreno Bueno, investigadora de la Universidad Autónoma de Madrid y de la Fundación MD Anderson Cancer Center España.

En su opinión, la secuenciación del genoma humano en el año 2000 ha sido el hito científico que lo ha cambiado todo. “A partir de ahí comenzaron a crearse grandes consorcios para identificar las alteraciones que tiene el ADN de cada tipo de tumor y por fin en los últimos años la investigación se está centrando en desarrollar terapias que bloqueen el efecto de esas mutaciones genéticas. Antes, el tratamiento del cáncer era estándar, pero ahora se puede clasificar cada caso de forma muy precisa y aplicar terapias específicas dirigidas a una alteración concreta. Por una parte, es un avance de la biología y, por otra, es un avance tecnológico, porque cada vez se puede obtener más información en menos tiempo”, añade.

La irrupción de la inmunoterapia

La irrupción de la inmunoterapia tiene mucho que ver con esto, ya que se ha desarrollado principalmente para tumores que presentan mutaciones muy variadas y complejas. Ignacio Melero, codirector del Servicio de Inmunología e Inmunoterapia de la Clínica Universitaria de Navarra (CUN) e investigador del Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA), es pionero en este campo. “Cuando analizamos la producción científica en cáncer de las revistas más prestigiosas vemos que las inmunoterepias ocupan un lugar destacado, esto era impensable hace una década, cuando algunos comenzábamos a trabajar en ello. El mejor tratamiento sigue siendo la cirugía, cuando está indicada, seguida antes o después de quimio y radioterapia, pero la inmunología del cáncer tiene una perspectiva de desarrollo muy grande, al menos para algunos tumores concretos”, explica.

Los principales avances se han logrado en algunos tipos de cáncer de pulmón, renal, de vejiga y melanoma (el cáncer de piel más grave). Este último caso, que tiene su origen en la exposición al sol, es paradigmático: “Los rayos ultravioleta causan muchas mutaciones, así que es un tumor muy complejo que hasta hace seis años no tenía tratamiento efecto y ya se están consiguiendo resultados”, afirma.

No obstante, por el momento sólo se benefician con claridad de terapias inmunológicas entre el 15% y el 25% de los pacientes que sufren estos tipos de cáncer. “Todavía no es lo más frecuente ni lo más eficiente. El problema es que no sabemos identificar en qué pacientes va a ser eficaz antes del tratamiento, no contamos con biomarcadores que nos lo anticipen”, reconoce.

Así que el campo de las inmunoterapias aún está más próximo a la I+D que a la realidad clínica, aunque próximamente se van a incorporar a nuevos tratamientos frente al tipo de cáncer de colon más frecuente, algunos sarcomas y tumores infantiles.

“Licencia para matar”

El funcionamiento de los nuevos fármacos basados en inmunoterapia es sencillo de entender. “Nuestro organismo cuenta con células que tienen la extraordinaria capacidad de matar a otras células”, comenta Melero en referencia a los linfocitos T y las células NK (de hecho, NK corresponde a natural killer o “asesino natural” en inglés). De esta manera, nos defienden de algunas enfermedades. Lo que ocurre es que su capacidad está muy limitada: si no fuera así, podrían dañar tejidos vitales.

Pues bien, lo que hacen los fármacos es actuar sobre estas células que son capaces de reconocer los tumores, identificarlos y destruirlos. “Es como darles una licencia para matar quitando sus frenos o apretando sus aceleradores”, explica.

Dentro de este enfoque están las terapias CAR-T, que consisten en reprogramar genéticamente las propias células inmunitarias de los pacientes de cáncer de manera que puedan hacer mejor su trabajo: identificar y atacar las células tumorales. El pasado mes de abril fue noticia el primer paciente pediátrico tratado con éxito mediante esta terapia en España, un niño de 6 años que sufría leucemia linfoblástica aguda, el tipo de cáncer más común en menores de edad. Ya hay una lista de ocho hospitales seleccionados para poder aplicar las CAR-T.

Para Melero no hay duda de que en un futuro la inmunoterapia va a ser “la mejor y más eficaz” herramienta contra el cáncer. De hecho, “los mejores talentos científicos y los mejores centro de biología molecular del mundo están centrados en esta cuestión”.

La quimio y la radio seguirán ahí

No obstante, eso no quiere decir que la inmunoterapia vaya a ser la única solución. Los expertos coinciden en que se combinarán los tratamientos nuevos y los convencionales. De hecho, “ya no tiene nada que ver la cirugía de precisión de hoy en día, basada en la robótica, con la de antes, ha cambiado de forma radical”, asegura Ruth Vera.

Lo mismo ocurre con la quimioterapia, porque los medicamentos mejoran su eficacia y reducen su toxicidad. Y también con la radioterapia, que ha pasado de los dañinos rayos X a los protones. “El haz de protones es más selectivo y más preciso, ataca directamente al tumor sin dañar al tejido sano y esto permite aplicar dosis más altas”, destaca.

Desde un punto de vista general, el futuro la lucha contra el cáncer se libra en tantos frentes que probablemente nunca tendremos un titular sobre la derrota definitiva de esta enfermedad que, en realidad, es un número infinito de enfermedades, con sus matices en cada paciente. “Lo primero va a ser la prevención, llegar a no tener cáncer. Si lo tenemos, el diagnóstico precoz es fundamental para la curación. Y si no llegamos a curar, al menos lo convertiremos en una enfermedad crónica, será compatible con la vida. De hecho, la inmunoterapia está dando unas cifras de supervivencia impensables hasta hace muy poco en los peores cánceres de pulmón”, destaca la presidenta de SEOM.

El problema del aumento de costes

Sin embargo, uno de los obstáculos será el aumento de coste que supondrá implementar tratamientos cada vez más sofisticados. “Tenemos que ser conscientes de este problema y tenemos que ir trabajando todos, la administración, la industria farmacéutica y los investigadores, pero también la sociedad”, opina.

En ese sentido, Gema Moreno, como miembro de la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer (ASEICA) advierte de que los avances que vemos en las noticias suelen tardar en llegar al paciente. “Antes de llegar a la práctica clínica hay que dar pasos inevitables y necesarios, tenemos que validar todos los tratamientos, pero el proceso va más lento de lo que nos gustaría y entre los motivos están la burocracia y la falta de financiación de la investigación”, apunta.

Éxitos como el del Vall d’Hebron demuestran que “la investigación española está a la altura de Europa y de Estados Unidos” y que “tenemos una cantera muy buena”, que trabaja en las líneas más prometedoras contra el cáncer, pero la escasa financiación actual “va a repercutir en el tipo de ciencia que hacemos”.

FUENTE > EL CONFIDENCIAL 

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