Era una chica normal…
Con una vida normal. Trabajaba como dependienta en una tienda de ropa, vivía en pareja, tuve a mi hija Lucía…
¿Qué edad tenía usted?
Veintitrés años. Tres años después tuve a mi segunda hija, Martina…
Y todo seguía normal.
Sí, viviendo a medias.
¿A medias?
Como la mayoría de personas. Hoy… vivo de verdad, ¡estoy muy viva, vivo a fondo!
¿En qué consiste eso?
Siento que todo es fascinante, ¡todo mola!: un soplo de aire, una gota de lluvia, cada bocado… Soy copiloto de rallies: ¡impensable antes de mi bofetón de realidad!
¿Qué bofetón?
Una mañana de viernes cambiaba el pañal a Martina, le noté un bulto en el vientre, la llevé al médico: “Id a casa, tráemela el lunes, y seguimos viendo”, me calmó.
Y el lunes…
Un equipo de quince médicos me esperaba: sabían que era un tumor. Lo prepararon todo. Me habían regalado ese fin de semana… Fueron humanos: se lo agradezco.
¿Era muy grave?
Un tumor en el riñón: quimioterapia, quirófano… Entregué a diez cirujanos de Vall d’Hebron lo más valioso, a mi niña…
¿Cómo fue?
Cinco horas de operación, ¡las más largas de mi vida! A los pocos días tenía en casa a Martina, con su costurón en el vientre.
¿Cómo lo vivía Lucía, su hermanita?
Compartíamos todo, curas, biberones, risas… Implantaron a Martina en el torso un portacat, una válvula que facilita inyectar las dosis de quimioterapia… ¡y Lucía se pegó una chapa de Coca-Cola con una tirita, ja, ja!
Ya no era todo tan normal…
Cuatro meses después, duchándome, me noté un bulto en el pecho izquierdo…
Es …
Sí, tenía un cáncer de mama, y enorme: carcinoma ductal in situ estadio 4, con metástasis en ganglios y cuello, positivo en Her2.
Traducción.
Diecisiete meses de vida.
Buf.
Así me lo dijo el médico que me diagnosticó: “De ocho pacientes con lo mismo que usted, siete han muerto, y de la octava no sé nada”.
Qué bruto.
A otra esto le hubiese hundido… ¡pero no a mí! “Yo de ésta no me muero”, me convencí. ¡Iría a la guerra! Por Martina y por mí.
Se armó de valor.
Mastectomía radical izquierda, quimio y radioterapia… Y me hice vaciar el otro pecho.
¿Era imprescindible?
No, pero me negué a darle opción al cáncer. ¡La vida es mucho más que dos pezones!
¿Iba de su quimioterapia a la de su hija?
Sí, pasamos unas Navidades en el hospital, las dos calvas, y hasta Lucía se rapó…, pero estábamos juntos, y lo disfrutamos…
¿Y no pensaba: “Qué desgraciada soy”?
¿Y amargar a mi gente? ¡Nunca! Decía: “el próximo verano, ¡todos juntos en la playa”.
¿De dónde sacó tanta presencia de ánimo?
De mi fe en los equipos médicos y en mí misma. Paseaba por el hospital con los labios pintados de rojo, una sonrisa y falda corta. Más de una paciente se animaba al verme, y las iba a maquillar en su habitación.
¿No le criticaban?
No conozco la clave del éxito, pero la del fracaso sí: es intentar gustar a todos. Yo sólo busco mi propia aprobación.
¿Cómo evolucionaron los tratamientos oncológicos?
Me curé, al año. Fui a ver al primer médico, y le dije: “Siete muertas, pero yo estoy viva, así que puede decírselo a la siguiente paciente”.
¿Fueron en verano a la playa?
No. El cáncer se burló de la quimioterapia de Martina. Los médicos me anunciaron que preparase su final… Me la llevé un fin de semana a casa, nos pusimos los bikinis en la bañera, hicimos fotos, salimos a jugar, a mancharnos, a que nos mojase la lluvia, con su hermana, a reírnos… ¡Fue maravilloso!
Y luego…
Al hospital. Me costó…, pero aprendí a soltar. ”Mamá se queda…”, le susurré, “…tú puedes irte. ¡Yo sonreiré por ti!”. Martina suspiró tres veces y se fue. La tuve en mis brazos.
¿Cómo se lo contó a su hermanita?
Para Lucía, Martina es hoy una estrella. Salimos al balcón en su cumpleaños, y con la brisa ella apaga las velas del pastel… Y si un día llueve ¡salimos juntas a mojarnos! La muerte de Martina nos ha enseñado a vivir.
¿Qué les diría a familiares de niños con cáncer?
Ámale bien: pregúntale qué quiere hacer de su vida. No te apoderes de una vida que no te pertenece, la de tu hijo. Abrazaos, haced juntos un viaje…: ¡vivid! Y cuando ya no esté, tus lágrimas no te sabrán tan amargas.
¿Cómo se siente usted hoy?
¡Muy viva! Ya no vivo a medias. Mi hija se ha quedado en el camino… y yo lo sigo por las dos. ¡Se lo prometí! Y lo disfruto todo. Vivo por ella, como sé que ella hubiese vivido por mí. Por eso lo exprimo todo: ¡yo no pospongo vivir y ser feliz! Mañana es tarde para mí.
Fuente: http://www.lavanguardia.com/lacontra/20180103/434036741487/le-dije-a-mi-hija-puedes-irte-yo-sonreire-por-ti-y-se-fue.html