Miriam, superviviente de cáncer: “La presión social por no tener un prototipo de cuerpo siempre está ahí. Pero pesa más la gratitud por estar aquí»

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Esta entrevista fue publicada originalmente en Cosmopolitan por la periodista Paka Díaz.

Miriam: “La presión social por no tener un prototipo de cuerpo siempre está ahí. Pero pesa más la gratitud por estar aquí»

A Miriam Rodríguez Caro le diagnosticaron un tumor con solo 6 años. Para quitárselo, tuvieron que amputarle una pierna. Hoy, con 28 años y licenciada en Medicina, acaba de presentarse al MIR y colabora con la Escuela de Vida de la Fundación Sandra Ibarra. Nos cuenta su historia en primera persona en el Día Mundial Contra el Cáncer.

miriam rodríguez caro, superviviente del cáncer
BEATRIZ BARRIONUEVO / D.R.

«Mi nombre es Miriam Rodríguez, tengo 28 años y terminé la carrera de Medicina. De hecho, el pasado sábado, me presenté a la prueba MIR para optar a mi futura especialización. Mi historia comienza cuando tenía 6 años y me diagnosticaron un osteosarcoma localizado en la tibia. Dicen que ese tipo de tumor suele asociarse a algún golpe fuerte. Yo recuerdo una caída en el patio de mi anterior vecindario…

Al principio sentía un dolor en la pierna y empecé a cojear y a subir las escaleras de peldaño en peldaño. Algunas compañeras del colegio incluso me preguntaban por qué subía así a clase. Mi madre ya estaba con la mosca detrás de la oreja y un día que estaba jugando en el parque, decidió llevarme al hospital. Tras algunas pruebas, ya no pude salir en un tiempo de los hospitales.

Lo primero, me pusieron una férula en la pierna para evitar cualquier golpe y que el tumor se rompiera, y me derivaron del Hospital Macarena a la Unidad Infantil Oncologica del Hospital Virgen del Rocío.»El tumor estaba demasiado pegado a la rótula y los médicos, tras mucho discutir y ver opciones, decidieron que lo mejor era amputar mi pierna por encima de la rodilla.»

Yo era consciente de que pasaba algo en mi pierna, me dijeron que tenía una «manchita» en el hueso, pero mis padres no sabían como decirme que la perdería. Así que decidieron que hablara con la psicóloga de planta. En su consulta, ella me pidió que hiciera un dibujo mientras hablábamos. En ningún momento recuerdo que me dijera que iba a perder mi pierna, pero cuando salí, le dijo a mi madre: «La niña lo sabe todo».

Siempre tuve el presentimiento que esa parte de mí, se iba a desprender de mi cuerpo. De hecho, le hice una despedida a mi pierna. Los médicos me prohibieron correr, pero, una de las veces que iba de la sala de juegos a mi habitación, aprovechando que el pasillo estaba vacío y no había moros en la costa, di la última carrera de mi vida y sentí liberación y paz.

miriam rodríguez caro, superviviente del cáncer
Miriam a los seis años, cuanto le tuvieron que amputar una pierna por un tumor. Desde el minuto uno tuvo claro que no se avergonzaba de su muñón, al contrario, siempre ha celebrado que está viva y siente orgullo de su protésis.

D.R.
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Algunas sesiones de quimioterapia me afectaban más que otras, pero yo tenía una energía imparable y en ningún momento estuve apática. La única pena que tenía era que no podría estar con mis compañeros del cole. Pero, en el hospital, gané muchos amigos y había un cole para nosotros solos. Me divertía allí, celebrábamos cumpleaños, venían voluntarios todas las tardes a jugar con nosotros e incluso hacíamos carreras en sillas de ruedas.

Unos meses después de las sesiones de ‘quimio’, me trasladaron al Hospital de traumatología, para proceder a la amputación. Allí ya no era tan divertido, porque no estaban mis compañeros ni mis voluntarios.

El día de la cirugía, al terminar, mi madre me puso un rollito hecho de sábanas debajo del muñón, simulando una pierna. Cuando lo vi, le pregunté que si mi padre y mi hermana sabían que no tenía pierna. Tras su afirmativa mis palabras fueron: «Entonces este rollito se puede quitar».

Volvimos de nuevo a mi hospital, con mi círculo de amigos y voluntarios, a la diversión. Tenía que darme algunos ciclos más de quimioterapia para prevenir y eliminar cualquier rastro que hubiera podido quedar. El único recuerdo desagradable y malo, eran las curas de mi pierna. Cada vez que venía la enfermera con la bandeja de instrumental para la cura, yo temblaba. Pero era un ratito de nada y después, con tanto juego, lo olvidaba.

miriam rodríguez caro, superviviente del cáncer
A Miriam le quitaron un tumor en la pierna a los seis años. Pese a la dureza de los tratamientos, ella recuerda con mucho cariño lo que se divertía jugando con sus amigos del hospital y con los voluntarios.

D.R.
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Tras un año entero , al fin recibí mi última ‘quimio’, contábamos las gotas que caían deseando que terminara ese bote que tanto me había acompañado. Supongo que, al ser tan pequeña, una no es consciente de todo, pero siempre digo que mi estancia y etapa allí fue feliz.

Hoy en día estoy totalmente curada y libre de enfermedad, sin ninguna recaída gracias a Dios. Llevo una prótesis que me ha permitido hacer de todo en la vida y me siento orgullosa de ella.

Imagino que todas las personas que han pasado por un cáncer dirán que ha supuesto un antes y un después en su vida. Yo no era consciente, pero, una vez que vas creciendo, informándote de todo y siendo realmente consciente de la gravedad a la que has sido expuesta, aprendes a querer la vida y a estar agradecida a Dios, al universo y por supuesto, al equipo médico, por brindarte una segunda oportunidad.

Obviamente, no todo es color de rosa, pues la adaptación a la prótesis y la presión social por no tener un prototipo determinado de cuerpo, siempre está ahí. Pero pesa más la gratitud de estar aquí y me siento tan orgullosa de llevar una prótesis, que todo lo vivido valió mi pierna. El cáncer me ha dado momentos y personas maravillosas en mi vida que de no haber sido así, no las tendría.

miriam rodríguez caro, superviviente del cáncer
Miriam en una foto reciente: feliz, preciosa y orgullosa, celebra la vida.

D.R.
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Incluso en mi forma de ser. Me considero una persona que siempre está dispuesta a ayudar, sensible, amable y que sabe ponerse en el lugar de otro. ¿Quién sabe como hubiera sido si no hubiera pasado esto?

Mi historia con la Fundación Sandra Ibarra es reciente, la conocí hace apenas unos 3 años, mucho después de haber pasado mi enfermedad. La mayoría de las asociaciones relacionadas con el cáncer, te ayudan durante la enfermedad que, obviamente, es el proceso más importante en tu camino a la curación.

Pero, una vez que estás curada, empiezan a soltarte de la mano y tienes que batallar tú sola, con los efectos secundarios que pueden aparecer. Creo que la sociedad no es consciente de ello.

Yo, personalmente, tengo que batallar con un efecto secundario de por vida: mi amputación. Para mí, nunca ha supuesto un complejo o problema psicológico, pero sí tengo que batallar mucho cada vez que pido una receta para una prótesis nueva. Otras compañeras presentan efectos totalmente diferentes, psicológicos, sociales, médicos… He visto incluso a veinteañeras con menopausia temporal, teniendo que congelar óvulos porque no saben cuánto les durará.

La Fundación Sandra Ibarra une el antes, el durante y el después de la enfermedad. La combinación perfecta. He asistido a charlas y a programas de prevención, participado en campañas junto a ellas, viendo cómo se vuelcan con compañeros que están en pleno tratamiento y cómo ayudan a los supervivientes con su Escuela de vida, de la que tengo la gran suerte de formar parte.

Escuela de vida es la primera comunidad digital de pacientes y supervivientes de cáncer y es como una familia. Todos hemos pasado por la enfermedad, nos ayudamos y, sobre todo, nos brindamos apoyo. Porque nadie mejor que nosotros sabemos lo que es pasar por un cáncer.

Creo que, durante el tratamiento de una persona con cáncer, tener la figura de superviviente al lado, es un apoyo, un consejero y un chute de energía que te aporta para superar la enfermedad con fuerza. En la Escuela de vida, tenemos un ‘Pasaporte de Superviviente’ en el que se está trabajando con mucha ilusión, para analizar los posibles efectos que pueden aparecer en cada tipo de cáncer o tratamiento recibido y, según las necesidades, llegar a acuerdos con gabinetes de psicología, clínicas, talleres… Todo lo que pueda ayudarnos.

Además, llevan dos ediciones del ‘Festival de vida’ que se realiza cada verano en Wakana [un espacio natural en Cádiz], y no tengo palabras para expresar la magia que se vive. Amor, cariño, apoyo, autoestima… En resumen, celebrar el aquí, el ahora, la vida. Porque estamos llenos de vida. Si después de esto, no se animan a apuntarse a la Escuela de vida, que vuelvan a leerlo porque seguro que algo se les pasó jeje…

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A las lectoras de COSMO, y a los familiares y amigos de personas con cáncer, les diría que no las traten con pena, como ‘pobrecitas’. Somos los mismos de siempre, solo que estamos sometiéndonos a un tratamiento fuerte. Pero sabemos de sobra hasta dónde podemos llegar. Los límites los marcamos nosotros mismos. Sigan planeando cosas, ofrézcanles su compañía, que si en algún momento no les apetece, lo dirán.

Tanto los familiares como los amigos tienden a la sobreproteccion y en algunos momentos puede agobiar demasiado. Ofreced siempre una sonrisa si se cruzan una persona con cáncer por la calle, no sabéis si ese día la puede necesitar.

Aunque creo que yo siempre he tenido inculcado el ayudar a los demás, imagino que toda mi etapa de tratamientos, médicos y hospitales, forjó mi decisión de estudiar Medicina, de tomar ese camino. Por una parte es aportar mi granito de arena, devolver la ayuda que recibí.

Mi lema es «Disfruta la vida, sonríe y sé constante.» Es lo que siempre he hecho, no me arrepiento de nada en estos 28 años.

Cuando hacemos algo es lo que queremos en ese momento. Si sale mal, es una lección. Si sale bien, un enriquecimiento. Y mi mayor sueño es ser una persona plena y feliz. Que mi familia y amigos tengan siempre salud. Formar una familia, tener un hogar y una carrera exitosa que me permita decir que el cáncer se puede curar.

Las pacientes y supervivientes de la Fundación Sandra Ibarra vuelven a protagonizar el desfile más especial de la pasarela We Love Flamenco
¿Por qué necesitamos una Escuela de Vida?
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