La Escuela de Vida de la Fundación Sandra Ibarra nace con el principal objetivo de mejorar el bienestar y la calidad de vida de los pacientes y supervivientes de cáncer, y sus “Píldoras de Bienestar” pretenden, estos días más que nunca, acercar el bienestar a todos los pacientes y supervivientes a través de ejercicio físico, la relajación, la nutrición saludable y, una de las cosas que consideramos más importantes: el cuidado de nuestra salud mental y emocional.
Las Píldoras de bienestar de la Escuela de Vida son ofrecidas por profesionales expertos en las diferentes áreas, y en el caso de la psicología contamos con la colaboración del Centro Psicosanitario Galiani de Sevilla, que se han convertido en un referente en el apoyo psicoemocional en estos tiempos de confinamiento e incertidumbre.
1.- UNA HISTORIA VERÍDICA QUE SUCEDIÓ EN ÁFRICA
“Seis mineros trabajaban en un túnel muy profundo. De repente un derrumbe los dejó aislados del exterior sellando la salida. En silencio cada uno miró a los demás. Con su experiencia se dieron cuenta de que el problema sería el oxígeno. Si hacían todo bien, les quedaba unas tres horas de aire, cuanto mucho tres horas y media. Mucha gente de afuera sabían que estaban allí atrapados, pero ¿podrían hacerlo antes de que se termine el aire?
Los mineros decidieron que debían ahorrar todo el oxígeno que pudieran. Acordaron hacer el menor esfuerzo físico, apagaron las lámparas que llevaban y se tendieron en silencio en el piso … Era difícil calcular el tiempo que pasaba … Casualmente uno de ellos tenía reloj.
Hacia él iban todas las preguntas ¿cuánto tiempo pasó? … ¿Cuánto falta? … ¿Y ahora? El tiempo se estiraba, cada minuto parecía una hora y la desesperación agravaba más la tensión. El jefe se dio cuenta que si seguían así haría respirar más rápidamente y esto los podía matar. Ordenó al que tenía el reloj que sólo él controlara el paso del tiempo y avisara cada media hora.
Cumpliendo la orden, a la primera media hora dijo “ha pasado media hora”. Hubo un murmullo entre ellos y una angustia que se sentía en el aire. El hombre del reloj se dio cuenta de que a medida que pasaba el tiempo, iba a ser cada vez más terrible comunicarles que el minuto final se acercaba.
Sin consultar a nadie decidió que ellos no merecían morir sufriendo. Así que la próxima vez que les informó la media hora habían pasado 45 minutos. No había manera de notar la diferencia. Apoyado en el éxito del engaño de la tercera información la dio casi una hora después … así siguió el del reloj, cada hora completa les informaba que había pasado media hora.
La cuadrilla apuraba la tarea de rescate, sabían en qué cámara estaban atrapados y que sería difícil poder llegar antes de cuatro horas. Llegaron a las cuatro horas y media. Lo más probable era encontrar a los seis mineros muertos.
Encontraron vivos a cinco de ellos. Solamente uno había muerto de asfixia… EL QUE TENÍA EL RELOJ”.
Ésta es la fuerza que tienen las creencias en nuestras vidas. Esto es lo que nuestros pensamientos condicionamientos pueden llegar a hacer de nosotros. Cada vez que construyamos una certeza de que un hecho irremediablemente siniestro va a pasar, no sabiendo cómo (o sabiéndolo) nos ocuparemos de producir, de buscar, de disparar (o como mínimo de no impedir) que algo de lo terrible y previsto nos pase realmente.
De paso y como en el cuento, el mecanismo funciona también al revés: CUANDO CREEMOS Y CONFIAMOS EN QUE SE PUEDE SEGUIR ADELANTE, NUESTRAS POSIBILIDADES DE AVANZAR SE MULTIPLICAN.
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